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lunes, 9 de agosto de 2010

El telón de azúcar y el éxodo adaptado



Después de ver el filme de Camila Guzmán Urzúa sobre la situación cubana en los años de la década de 1990 y de unas breves visitas a México y España, he reflexionado sobre el éxodo de varios familiares, amigos y compañeros de la Ciudad de México. Todos los que nos hemos ido tenemos cierta reminiscencia por ésta. Sin embargo, aunque deseamos visitarla, no deseamos volver a vivir en ella.

Después de irme de la región más transparente, he adaptado, no más bien he creado mi propio mundo, ya que he tomado algunas cosas de mi pasado y las he transportado hasta el presente, aferrándome a algunas y dejando atrás otras. Algunas las he cambiado y adaptado a mi pequeño terruño arizonense. También he adoptado otras, pero no todo lo que me rodea lo he hecho parte mía.

No sé si a todos nos ha pasado lo mismo, digo esto hablando de mis familiares, amigos, compañeros y nuevos amigos que de alguna manera u otra crecimos en la ciudad de los palacios. Algunos se fueron a Cuernavaca, Querétaro, Guadalajara, Oaxaca, Cancún, Tijuana, San Diego, Phoenix, Dallas, Nueva York, Madrid, Valencia, y hasta Llanes, donde tuve el placer de visitar a un amigo de la preparatoria.

De regreso en Arizona, en un día típico para mí, todavía domina el idioma español, entre la información que recibo y doy, lo que leo, escucho y veo, hay una ventaja hacia lo que pasa en el Sur de mi casa. Lo que como y lo que bebo tienen un sabor más sureño que norteño. Aún mi contacto con estadounidenses lo hago más en español que en inglés y hablamos sobre cosas que han sucedido o suceden en Iberoamérica o en las comunidades donde vivimos los eulatinos. Creo que ahora soy y me siento fountainhilleño.

Este año, con la herramienta tecnológica del Facebook, me acerqué tanto electrónica como físicamente a muchos de mis conocidos que ya no viven en la ciudad. No sólo en los estados mexicanos, sino también traspasé fronteras para encontrarlos y ver que ellos también han hecho algo similar a lo que yo he hecho, crear nuestra propia realidad, interpretando nuestro pasado, tejiéndolo con nuestro presente.

Creo que ha salido algo un tanto híbrido, pero que vale la pena seguir descubriendo y creando.